El lado más personal de Carla Castell

No, para nada, no tengo ni abuelos, ni padres médicos. Soy la pequeña de tres hermanos, la única niña, pero desde los 9 o 10 años, cuando la familia empezó a preguntarme aquello tan típico de qué quieres ser de mayor, sentí que solo había una respuesta: quería ser médico. 

Le diré un secreto: en esa época, siendo muy pequeña, seguía por televisión una serie que me fascinaba, A cor obert (St. Elsewhere en su versión original americana), protagonizada por médicos docentes en el Saint Eligius, un hospital ficticio de Boston. 

No ha sido un camino fácil: ni cuando hice la selectividad y necesitaba una nota muy alta para entrar en medicina, ni cuando hice el mir para conseguir mi especialidad, ni cuando, sin esperar a acabar la residencia en el Hospital de Terrassa, quise tener y tuve a mi primera hija. 

Sí, tengo tres, Anna, Ramón, Bernat (el pequeño)…,  y a mi marido, mi ángel, al que conocí durante la carrera de medicina, y que ha sido mi compañero y una ayuda indispensable durante todo este tiempo, porque ser madre y compaginar trabajo y familia es complicado. 

Al principio, la especialidad me atraía porque es muy completa, muy integral, abarca todo lo que está relacionado con la mujer, y yo, como médico, en este campo, sabía que podía ser de gran ayuda. 

Me di cuenta de que me sentía muy a gusto en la consulta, tan cerca de mis pacientes, casi como un médico de cabecera, implicándome, conociéndolas, asesorándolas y formando equipo, porque cada mujer es diferente y cada pareja es un mundo. 

Hay un momento, un momento muy, muy especial…  

…cuando en mitad de la noche o a altas horas de la madrugada, recibes un email, lo abres y lees…  

…que todo ha ido bien, que el bebé es precioso, que pesa tanto y cuanto, y te envían la foto, quizás la primera foto, y sabes que has vuelto a alcanzar la meta, y sientes que compartes su felicidad.

Debe tener conocimiento actualizado, por supuesto, debe estar muy bien informado, pero… 

No solo eso, un buen médico es también el que quiere y sabe escuchar a sus pacientes. 

Claro, escuchar, saber lo que quiere tu paciente, respetarla, explicarle, nunca imponer, siempre empatizar. En este aspecto he contado con el maravilloso ejemplo de profesionales de la valía y el prestigio de los doctores Santiago Dexeus, Damián Dexeus y Francisco Carmona. 

A mis pacientes les digo que la ansiedad no sirve de nada, que vivan la búsqueda del embarazo de manera relajada y con mente abierta, que avanzaremos pasito a pasito y con ilusión, y juntas buscaremos la mejor estrategia para alcanzar la meta.   

Le diré dos.

El primero, el trasplante de útero de, por ejemplo, una madre a su hija, una mujer que quizás ha nacido sin útero o que lo ha perdido por alguna causa médica. Y que ese mismo útero pueda gestar es algo impactante, increíble y maravilloso. El doctor Francisco Carmona, responsable del Servicio de Ginecología del Hospital Clínic de Barcelona y director médico de Women’s CD, se encuentra en la actualidad próximo a realizarlo por primera vez en España. 

En laboratorio, la tecnología time-lapse, un sistema de incubación que nos permite observar y controlar la evolución de los embriones en un monitor y a tiempo real, sin necesidad de extraerlos del incubador para observarlos al microscopio, con lo que evitamos cambios de luz o de temperatura. 

Si pudiera dar a la sociedad un mensaje que creo fundamental, diría que hemos de cambiar el chip, que hay que avanzar la maternidad, con ayuda social, con leyes que nos protejan, porque la mujer tiene que poder ser madre, si lo desea, y no perder el trabajo por estar embarazada. 

Entonces es imprescindible que las jóvenes cuenten con la información adecuada, y sepan que es muy conveniente vitrificar óvulos para preservar la fertilidad si quieren ser madres en un futuro.